AMLO ha ganado la Presidencia de México.



Se ha cumplido. Luego de una intensa jornada electoral en la que se ha presentado la mayor participación poblacional en esta década, el candidato Andrés Manuel López Obrador se ha alzado con la preferencia de los mexicanos. AMLO, para los cuates, ha contendido anteriormente en dos procesos para el mismo puesto.

Hay muchas cosas que puntualizar para entender el triunfo de este personaje. Por encima de ellas, se encuentra el manejo del hartazgo que muchos mexicanos (me incluyo) han mostrado ante la casi saliente administración del presidente Enrique Peña Nieto. Los escándalos que rodearon su imagen presidencial, los escenarios de opulencia, la falta de comunicación de los beneficios de las reformas energéticas y educativas, pero sobretodo, la desgastada figura de Enrique Peña incluso al llegar al poder.

De los candidatos que participaron en la contienda electoral, solamente AMLO logró posicionarse como la única y verdadera opción "limpia", "de pueblo". Aunado a ello, la manchada reputación de su contrincante más cercano, Ricardo Anaya, quien logró conquistar los corazones de muchos mexicanos con su participación en los debates organizados por el Instituto Nacional Electoral, pero que falló canalizar esa ventaja a las urnas debido a escándalos relacionados con el mismo proceso interno de su partido.

López Obrador también demostró colmillo al mantenerse alejado de los dimes y diretes que acapararon los reflectores desde que se iniciaron las campañas, siendo el único que (casi) logró evitar señalamientos de corrupción o enriquecimiento ilícito; "calladito se ve más bonito", dicen.

En estos días, AMLO ha recibido su ratificación como Presidente Electo de México por parte del Tribunal Electoral Federal, por lo que es un hecho que será el mexicano que tenga a bien dirigir el rumbo de un país lastimado por la fastuosidad de las élites políticas. Sin embargo, queda latente el peligro de su ideología socialista, sus nexos con actores políticos señalados por sus anteriores cargos (como Bejarano, Elba Esther y Bartlett) y las diferentes menciones acerca de su carácter, a veces testarudo e infantil. Veremos cómo evoluciona.


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