Mírame, contempla mi amarga tesitura, mi compleja soledad. Antes de que cualquier cosa suceda. Mira los vívidos y cálidos destellos que tratan desesperadamente de llamar tu atención. Y la otra tuya. Ante todos los motivos que, fallidamente, han proclamado mi amor por ustedes. ¿No los sienten? Débil resplandor necesitado de reciprocidad, anhelando la ocasión, remota ante la desventurada ocasión, de ver y sentir. Obscuridad obtusa, cambiante de su fondo, que engulle, ríspida y devastadora, todo aquello que trata ansiosamente de apartarse de su compañía. Pensamientos traicioneros que me hacen contemplar la magnificencia de mi convulsión. Que reviven el pasado y que con él, desentierra el mismo sentimiento ambicioso y vacío que reposa plácido al centro de mi pecho. Sólo en el tiempo, en la casa sucia y retozante, en la calle fría y olorosa, en el parque vacío que atesora la sublime lluvia que se estrella en mis ojos. Porque no son lágrimas esas gotas que escurren por mis mejillas. No, no l
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